La mayoría de los efectos perjudiciales atribuídos al DDT para la salud de personas y animales no están aceptados por la comunidad científica global. Continuamente se van sucedinedo las voces de cintíficos que aprueban su uso, con las de aquellos que advierten de su alta peligrosidad.
Si existe un efecto secundario del uso masivo del DDT aceptado mundialmente, es su carácter bioacumulable.
¿Qué quiere decir bioacumulable?
Exiten en la naturaleza ciertos compuestos, que por sus características físico-químicas, tienden a acumularse en los tejidos vivos de animales y seres humanos. Tal es el caso del DDT, su nula solubilidad en agua y alta solubilidad en grasas animales, impiden que se expulse con la orina y permite su acumulación en los tejidos grasos animales. Esto provoca que el DDT se vaya acumulando en los tejidos con concentraciones cada vez mayores a lo largo de toda la cadena trófica. Así, por ejemplo, el DDT que se roció sobre un campo de cultivo se encontraba en una concentración bajísima en las plantas; pero apareció en concentraciones 10 veces mayores en los insectos que las ingirieron. Los insectos que resistieron dichas concentraciones, fueron ingeridos por anfibios en los cuales las concentraciones de DDT eran cien veces superior a las rociadas originalmente. Este efecto es exponencial a medida que se asciende en la cadena trófica, esto provoca una concentración en humanos superior a 10.000 veces la original.